12/10/12

La madera como protagonista

Cualquiera que haya permanecido bajo los focos en un rodaje o en una entrevista en un plató de televisión comprenderá el constante calor al que se ven expuestas, en algunas ocasiones de manera continuada, las esculturas en madera que se exhiben en galerías de arte y ferias y su posterior contraste al término de dicha jornada expositiva.

En oposición a estos circuitos del mercado del arte, en los museos encontramos un entendimiento profundo del funcionamiento de los materiales y, por lo tanto, un control exhaustivo y escrupuloso de la humedad y temperatura de la sala expositiva e incluso, en algunos casos, una iluminación moderada que juega a favor de la prevención o conservación de las obras expuestas. Pero en la práctica resulta difícil, por no decir improbable, que una escultura en madera vaya directamente desde el estudio del propio escultor a la colección de un museo sin haber pasado previamente por algunas galerías y haber viajado a algunas ferias de arte.

Tanto viaje del estudio a las galerías o del estudio a las ferias, camiones, aviones o barcos, somete a las obras escultóricas a un estrés que pocas maderas son capaces de soportar. A no ser que a todo este trasiego mercantil se le dé un enfoque museístico, algo que no viene siendo habitual: viaje en cámaras climatizadas, curvas de aclimatación entre el origen y destino, etc., la solución más sencilla, y aquella que me está dando mejores resultados, pasa necesariamente por aplicar a esta clase de entornos interiores (galerías y ferias) mis conocimientos acerca de la madera para exteriores ya que, aunque cuentan con una aparente simplicidad ocultan una gran complejidad técnica.
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Escultura de Jorge Palacios. Fotografía tomada por Gerardo Garrido.
Para entender de dónde pueden surgir estas complicaciones en el empleo de la madera para estos propósitos, a mi parecer y como he compartido en numerosas ocasiones, la madera se rompe porque se mueve o, dicho de otro modo, porque la demanda de un determinado movimiento, producido por la hinchazón de la madera en su intercambio higroscópico, es mayor que la elasticidad intrínseca de esa determinada especie.

Existen maderas con altos rangos de elasticidad pero todas ellas van perdiendo sus propiedades elásticas con el paso del tiempo por lo que esta elección del material nos dirige, desde mi punto de vista, no a la búsqueda de aquella madera más elástica sino más bien a aquella que menos se mueve; es decir, a una madera lo más estable dimensionalmente posible para que genere el mínimo estrés durante todos estos contrastes sufridos a lo largo del proceso de comercialización de las obras de arte.
Para comprender la dureza de las necesidades o requerimientos técnicos a los que habitualmente se ve sometida la madera en este circuito comercial del mundo del arte podemos contraponerla, como ejemplo, a las de un clásico porche de madera que, por lo general, va a sufrir a lo largo de toda su vida útil una única aclimatación drástica que va a ser el cambio existente entre la fábrica y su emplazamiento definitivo.

 Esto se debe a que las piezas del porche, una vez instaladas, las orientadas al norte quedarán siempre orientadas al norte, las que se encuentren expuestas al sol de manera cotidiana serán expuestas al sol casi de la misma manera y aquellas que se encuentren protegidas de la lluvia lo estarán así en la mayoría de los casos por lo que, independientemente de que el clima genere cambios en la estructura de la madera, estos cambios serán siempre más paulatinos en el porche que, por supuesto, en el viajar constante de las obras de arte en madera entre diferentes climas y sin aclimataciones previas por lo que, para soportar este duro trato en estos entornos aparentemente ‘de interior’ a los que nos referíamos en los que se exponen las esculturas resulta, desde mi experiencia, mucho más apropiado emplear una tecnología o una madera con unas características similares a las empleadas para su uso en exterior.
Bien es sabido que hasta ahora, si queríamos confiar en una madera para su uso en exterior la reina, sin competencia, por su propia predisposición natural y su destacada estabilidad dimensional, era la madera de teka. Pues bien, ahora el gigante Accoya, de factura holandesa, está introduciendo en España a través de Primawood lo que, sin duda, va a significar un antes y un después para el sector de la madera para exteriores ya que Accoya no sólo supera con creces las mejores previsiones en estabilidad imaginables para la Teka, sino que la empresa se encuentra tan segura de su producto que lo garantiza por 50 años para clase de uso 3 y 25 para clase de uso 4. Algo que deja muy tranquilos a aquellos que, como yo, nos dedicamos a un sector tan exigente como el del mundo del arte.
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Escultura ‘Gota’, de Jorge Palacios.
 Y, como no podía ser de otra manera, también el gigante Akzo Nobel bajo su línea de trabajo Sikkens, especializada en madera para usos exteriores, está haciendo tándem en España con Accoya y presentando su nueva gama de productos Cetol con tecnología Duraflex, que no requieren de un mantenimiento continuado sino de la aplicación de una nueva capa de su producto una vez cada 10 años, algo que también garantizan por escrito.

Sin duda, para mí, este tándem Accoya-Sikkens está marcando tendencia por su valor diferencial, ya que Accoya a través de su sistema de modificación de la madera, con el proceso de acetilado, ha logrado unos nuevos records en la estabilidad dimensional y, por su parte Sikkens, con sus tecnologías duraflex y de bloqueo de iones, está rompiendo moldes. Ambos están innovando y convirtiendo en estos tiempos a la madera en un material casi sin límites, que amplía o posibilita la libertad creativa de los profesionales para los que la madera, como materia prima, es nuestro medio de expresión.